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Trastornos somatomorfos

Un trastorno somatomorfo es el concepto con el que hoy abarcamos muchas de las manifestaciones de lo que históricamente conocemos como histeria. Sobra decir que dicho término, además de ser inadecuado, es estigmatizante y, por tanto, su uso debe quedar sólo como un referente histórico. Con el paso del tiempo y a medida que la clínica y la tecnología médica evolucionaron, hemos podido diferenciar distintas enfermedades que se incluían en este grupo y, en muchos casos, dilucidar su origen.
Concepto
Un trastorno somatomorfo es el concepto con el que hoy abarcamos muchas de las manifestaciones de lo que históricamente conocemos como histeria. Sobra decir que dicho término, además de ser inadecuado, es estigmatizante y, por tanto, su uso debe quedar sólo como un referente histórico. Con el paso del tiempo y a medida que la clínica y la tecnología médica evolucionaron, hemos podido diferenciar distintas enfermedades que se incluían en este grupo y, en muchos casos, dilucidar su origen. Sin embargo, estos padecimientos siguen presentándose en nuestros días; hoy los conceptualizamos como “los síntomas o déficit que afectan las funciones motoras y sensoriales y que sugieren una enfermedad médica o neurológica” pero para los cuales no se encuentra una causa evidente. Aquí cabe mencionar dos cosas muy importantes: la mayor parte de las veces se acusa a quienes padecen estos trastornos de “inventar” o “fingir” los síntomas; esto es incorrecto, si bien se acepta que en general hay factores psicológicos que intervienen en su origen, la gran mayoría de las veces, no se hace de forma voluntaria. Segunda, cuando decimos que “no se encuentra una causa médica evidente” también aceptamos que hay limitaciones en la ciencia médica que no nos permiten explicar el origen de varias de las enfermedades, lo cual sucede no solo en la psiquiatría, sino en todas las ramas de la Medicina.
Frecuencia y clasificación
Lejos de lo que se podría pensar, estas enfermedades no son tan raras. En México no contamos con estadísticas exactas, pero las investigaciones realizadas nos hacen pensar que no difieren mucho de los reportes internacionales que calculan que esto pasa entre 2 y 33 personas de cada 100 000 cuando se toman todos los tipos de trastornos somatomorfos. Aquí conviene hacer una pausa y mencionar la clasificación de los trastornos somatomorfos a grandes rasgos:

Trastornos conversivos: donde hay síntomas sensitivos o de movilidad, que no son producidos intencionalmente.

Trastornos disociativos: donde lo que se afecta es la integración de la información de la identidad propia o del entorno.

Trastornos facticios: donde el sujeto puede provocar voluntariamente algunos síntomas pero por la necesidad no consiente de adoptar el papel de enfermo y ser cuidado.
Síntomas
Todo lo anterior es el marco dentro del cual abordamos a las personas que llegan a nosotros con una historias como perder la fuerza de un brazo o de la mitad del cuerpo después de haber tenido una emoción muy fuerte como tristeza o enojo, o ante situaciones en las cuales se ve sometido a presiones muy intensas; aquellos que cuando han tenido situaciones similares han presentado adormecimientos en diversas partes del cuerpo o aquellos que incluso han presentado episodios de movimientos semejantes a crisis convulsivas pero que, en todo caso, han sido debidamente estudiados y no se ha podido encontrar una causa para sus síntomas.

Se puede notar en este bosquejo los criterios de diagnóstico que ya referimos antes: síntomas que semejan una enfermedad, asociados frecuentemente a factores psicológicos, y para los cuales no se encuentra una causa.
Pronóstico y tratamiento
Una buena parte de las personas que tienen un episodio de estas características, no volverán a presentarlas; tal es el caso de personas jóvenes, cuyos síntomas son movimientos anormales o parálisis y que después del episodio no vuelven a presentarlo en el año siguiente. Por el contrario, aquellos que en el año subsecuente presentan otro (u otros) episodios, especialmente si son semejantes a crisis epilépticas o su edad es avanzada al inicio del padecimiento, tendrán una evolución menos favorable.

En el primer caso, el seguimiento del paciente es lo más importante, toda vez que podría o no, requerir tratamiento. Pero en el segundo, lo importante es iniciar el tratamiento de forma temprana y de la forma más completa posible. Hasta ahora, los tratamientos utilizados no están dirigidos a atacar una causa, pues se ha mencionado que ésta no se conoce, sino a tratar los síntomas acompañantes y que pueden causar un gran malestar por sí mismos: la depresión y la ansiedad. De esta forma, en el tratamiento es frecuente utilizar antidepresivos o estabilizadores del ánimo y en no pocos casos, ansiolíticos de diversos tipos.

La psicoterapia es un punto fundamental en el abordaje terapéutico de estos individuos. Los estudios más recientes han comparado la eficacia de la psicoterapia en conjunto con un tratamiento farmacológico (especialmente la Terapia Cognitivo Conductual) contra el tratamiento médico usual (consultas y fármacos únicamente), encontrando que la combinación de ambos tratamientos es mejor que cualquiera de los dos solos. De esta forma se hace evidente que el tratamiento será en conjunto con el Médico que haya diagnosticado el padecimiento, muy recomendablemente un Psiquiatra que conozca estos padecimientos y un psicoterapeuta (que puede ser Psiquiatra o Psicólogo).
¿Qué podemos esperar en el futuro?
La investigación en este grupo de padecimientos evoluciona todos los días. Con la publicación de la siguiente edición de DSM-V, la investigación y el abordaje cambiarán también. Para comenzar, se intenta dar un nombre más comprensible, y se propone llamarlos “Trastornos con síntomas somáticos”, lo cual da una idea más clara de lo que una persona con esta enfermedad sufre y evita términos discriminativos como los primeros que mencionamos.

Con el desarrollo de la ciencia y la tecnología aplicadas a la Medicina, ahora contamos con estudios de imagen funcional, que nos dan una idea más cercana de qué áreas del cerebro intervienen en la formación de estos padecimientos; la relación entre las áreas encargadas de las emociones y las áreas que controlan los movimientos y sensaciones es cada vez un poco más precisa. Estos recursos complementan la piedra angular de todo diagnóstico: una entrevista clínica cuidadosa y una buena relación Médico-Paciente.

El tratamiento, como ya se dijo es cada vez más interdisciplinario y está encontrando en la psicoterapia, un campo fértil para ayudar a los sujetos que sufren estas enfermedades, a encontrar un acompañamiento y un alivio.

Nunca está demás decir que acercarse a su médico de confianza ante la presencia de síntomas de alguna enfermedad, es el primer paso en el camino hacia la recuperación.